MENSAJE DECIMOQUINTO
(Las almas que se refugian en tu luz te llaman..)
Alma de Dios, cuánto te cuesta convencerte, de que el dolor profundo que sientes no es tuyo.
Las almas que no descansan, las almas que se refugian en tu luz, te llaman, y te piden oración y que les recuerdes que todo tiene un esfuerzo. Por ello debes orar cada vez que sientas dolor, porque hay almas, que están entre vosotros y no quieren desprenderse de la Tierra, ni de sus cosas personales, así como de sus entes queridos.
Tu luz, es como un cirio permanente en la noche, como en el día, y ellas, lo ven y se acercan, para que les des el calor de la esperanza, y les guíes al sendero del TODO PODEROSO, con tus sacrificios y obediencia, en las oraciones por todas ellas. Si esto no fuera así, tú no tendrías dolor, ni angustia espontánea. Eres fuerte, y tu razón te hace medir con la vara de la sabiduría, para dejarte llevar y aceptar, este gran don, aunque tú lo creas del todo injusto, e intolerante, pero tus dones son y vienen del Padre como del Hijo, y El Espíritu Santo te da la fuerza vital, para soportarlo, a pesar de tu soledad e incomprensión de los que te rodean, tus propios hijos.
Por esto, yo te enviaré un ángel, que evite el desorden y la acumulación de almas en tu vida, para que puedas descansar y tratar de tus cosas, con más paz y sosiego.
Enviaré al ángel San Gabriel, Él dará confianza a todos los que se acerquen a ti, y tú sentirás su presencia, como la sentiste el día que el niño Dios vino al mundo, porque Epifanía cumplió tu deseo, y San Gabriel te besó los pies desnudos con sus manos, para que sintieras su delicado corazón y su fuerza.
Él te conducirá de nuevo a Medjugorje donde María te dará la bendición con su olor santo, y Santiago abrirá su reino, para que puedas llevar a más peregrinos al peregrinal del TODO PODEROSO, donde Jesús, te llamará y tú, le hablarás sonriente, para que nunca dudes de está gran verdad.
Los instrumentos veraces, se conocen por sus obras, y en el silencio sufren por los que ya han muerto, y por los que van a morir.
Alma de niña, el Cantábrico volverá a rugir, pero tú y los tuyos estaréis a salvo, como todo aquel, que cree en Mi Corazón Infinitamente Misericordioso.
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