275. MENSAJE DUCENTÉSIMO SEPTUAGÉSIMO QUINTO
(Campos de Concentración)
Los 5 campos de concentración más importantes
Durante la Segunda Guerra Mundial se construyeron más de 15.000 campos de concentración y exterminio a lo largo y ancho de todo el territorio controlado por la Alemania nazi.
Auschwitz era un complejo formado por diversos campos de exterminio. Fue el campo de concentración con mayor concentración de judíos. Tenía capacidad para 400.000 prisioneros. A lo largo de los cinco años que permaneció abierto, más de 1.300.000 personas fueron enviadas allí, muriendo el 90% de ellas.
El campo de Mauthasen situado en Austria fue otro de los campos de exterminio más extensos de la Alemania Nazi. Dentro se fabricaba munición, minas, armas y partes de aviones. A este campo fueron enviadas las clases más altas judías y miembros reconocidos de la sociedad intelectual para exterminarlos. Además, se le conoce como el “campo de los españoles” al ser llevados allí hasta 7.300 personas (según los registros). Muchas de estas personas eran enviadas a Mauthasen tras ser detenidas en Francia al huir de España tras la Guerra Civil.
A 13 km del noroeste de Múnich se encontraba Dachau. En este campo se perpetraron las más duras torturas y experimentos médicos inhumanos. Este campo estuvo en activo más de 12 años y en él fallecieron más del 70% de las personas que eran trasladadas.
En Sachsenhausen se situaba un campo construido en 1936, donde eran enviados opositores políticos, gitanos, homosexuales, prisioneros de guerra, judíos y Testigos de Jehová. Fallecieron 30.000 prisioneros. Tras la ocupación soviética de Alemania Oriental, este campo albergó a presos políticos, militares y funcionarios del III Reich dónde se estima que murieron de malnutrición 13.000 personas.
A 90 kilómetros de Berlín se situaba Ravensbrück. Este campo, exclusivo para mujeres, fue abierto en 1939 tenía como actividad trabajos de tejido, cestería y confección de uniformes. Fue liberado en 1945, dejando un balance de un 85% de fallecidos por desnutrición, cámara de gas o experimentos médicos entre otras causas.
Cuando la política procede a internar a la gente en campos sin que haya ocurrido ninguna catástrofe, lo hace por otros motivos. En este caso se trata de controlar, ordenar, reeducar, dominar. Las potencias coloniales utilizaron los campos para sus fines, desde los campos cercados con alambre de espino de los británicos en Kenia hasta los campos alemanes para los hereros en la actual Namibia. En campos encerró Estados Unidos a sus ciudadanos de origen japonés durante la II Guerra Mundial.
Europa respira tranquila pensado que esos desvaríos le quedan muy lejos. “Nunca más campos en Alemania” es un eslogan ridículo en opinión de los gobernantes alemanes. La razón es que evoca imágenes que, supuestamente, nada tienen que ver con el presente. El objetivo de los diversos campos para emigrantes de Europa y de fuera de sus fronteras no es exterminar, sino “tan solo” controlar el acceso y disuadir. Esto tiene que ser explícito. Por el mundo debe correr la noticia de los campos del horror, y no la del paraíso estadounidense.
La normalización de la reclusión en campos en Europa —al igual que los campos para niños emigrantes de Estados Unidos que el autor irlandés Fintan O’Toole califica de “test de mercado para la barbarie”— constituye un indicio de que el barniz de civilización es cada vez más fino. Todo lo que hagamos por oponernos a ello será poco.
La alegría con la que se lleva adelante el plan deja boquiabierto. Solo han pasado
dos años desde que la opinión pública europea condenase a Australia por sus brutales campos de internamiento, gestionados por empresas privadas de seguridad, en las islas de Nauru y Manus, en el Pacífico, y ya estamos dispuestos a dejar a un lado los reparos. ¿Por qué no pagar a los libios para que detengan y encierren a la gente?
Así era vivir adentro de un campo de concentración NAZI | Sachsenhausen
AUSCHWITZ - La fábrica de muerte (Documental 2017)
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