30 de octubre de 2019

Jueves 24/10/2019














312. MENSAJE TRICENTÉSIMO DÉCIMO SEGUNDO
(El destino o sino)



EL DESTINO EN RELIGIÓN

El destino (también llamado fátum, hado o sino) es el poder sobrenatural inevitable e ineludible que, según se cree, guía la vida humana y la de cualquier ser a un fin no escogido, de forma necesaria y fatal, en forma opuesta a la del libre albedrío o libertad

La afirmación de que se trata de un poder sobrenatural no es aceptable, debido a que hay que demostrar esto por la vía científica. Mientras no sea así, debe ser observada como un fenómeno aún no explicado científicamente. Y aunque la ciencia no es la referencia expedita, posee un potencial capaz de demostrar, si aplica su atención en ello, en cualquier cosa. La posición más neutral, objetiva y abierta, indicaría que es un fenómeno natural, pero aún no comprendido.

En las culturas occidentales y orientales, la mayoría de las religiones han creído en formas de destino, especialmente relacionadas con la predestinación, desde el tao del confucianismo chino o el karma del hinduismo, a la católica y bienhechora Providencia o Gracia, que deja cierto margen a la libertad, o la férrea predestinación del calvinismo. 

Desde un punto de vista religioso, el destino es un plan creado por Dios, por lo que no puede ser modificado de ninguna manera. Esto, por supuesto, exceptuando el conocimiento judeocristiano que desde la Sagrada Escritura rechaza de plano la existencia de una predestinación absoluta debido al libre albedrío, que, entre otras cosas, hace al hombre ser a imagen y semejanza de Dios. 

Los griegos llamaban al destino «ανανκη » (Ananké) y lo consideraban una fuerza superior no sólo a los hombres, sino incluso a los mismos dioses. El destino era personificado por la diosa Moira, rebautizada como Fatum, en la mitología romana. 

EL DESTINO EN FILOSOFÍA

El destino se relacionaría con la teoría de la causalidad que afirma que, si «toda acción conlleva una reacción, dos acciones iguales tendrán la misma reacción», a menos que se combinen varias causas entre sí, haciendo impredecible a nuestros ojos el resultado. 

Nada existe por azar, al igual que nada se crea de la nada.​ Todo tiene una causa, y si tiene una causa estaba predestinado a existir, desde el momento en que la causa surgió. Debido a que la inmensa cantidad de causas es impensablemente inmensa, nos es imposible conocerlas todas y enlazarlas entre sí. 

Alguna aparente consecuencia, a tal posibilidad del destino sería, evidentemente, la negación de la libertad humana. Pero, tal cuestión presupone el problema de la esencia humana resuelto. Si no se puede discernir alguna sustancia que distinga al hombre del resto del universo, entonces argumentar en torno a la libertad humana es absurdo. Pero, sí es posible discernir. 

Por ejemplo, no existe evidencia de que un ser vivo, a diferencia del hombre, sea capaz de escribir y de leer sus códigos. Esto permite la perpetuación de cualquier conocimiento. El lenguaje en sí no es suficiente. No tiene potencial de ser reconocido por otras entidades inteligentes. Imagínese un universo con un único elemento. Si se preguntase si tal elemento es libre, o no lo es, sería una pregunta sin sentido pues no habría nada que pudiera, al menos en principio, condicionar o limitar su libertad. 

Si a esto se le pretendiera contraargumentar afirmando que es libre, precisamente porque no hay algo que lo condicione, entonces el "algo" representaría un elemento más al universo, lo que traería como consecuencia estar tratando un universo de dos elementos, es decir, un universo diferente. Tal "algo" no tiene posibilidad en un universo de un solo elemento, por el simple hecho de que ya no sería de una sola unidad. Entonces, para indagar sobre libertad humana primero debe hacerse, como mínimo una separación auténtica y clara de al menos dos elementos en nuestro universo, en otras palabras, hacer un criterio de demarcación entre el sujeto y el universo. 

El sujeto en relación al universo, solamente, es perenne, puesto que no se considera la vida, la cual surge del universo. Cualquiera puede encontrar en la tabla periódica de los elementos la vida. Pero no se ha podido demostrar por laboratorio. Es decir, no se ha podido crear vida. Entiéndase que la vida ya existe antes que nosotros lo humanos, y que nos incorporamos a ella al nacer, debemos supeditarnos a ella, no tratar de estar por encima. Es ilógico y contradictorio en toda su extensión. Por tanto la vida nos explica, nosotros no. Aunarse a ella, a sus principios, que pueden observarse en su comportamiento, es el fin. De ahí para delante, el destino. No está prescrito, no es concebible, es vivible.


Vídeo Noticia: «Nuestro destino no está aquí sino en el cielo» señala obispo mejicano

Giuseppe Verdi - La Forza del Destino - Overture
https://www.youtube.com/watch?v=dvTLRYhSaDU
Juan Gabriel Dueto con Rocio Durcal - El Destino