26 de marzo de 2019

Jueves 21/3/2019














281. MENSAJE DUCENTÉSIMO OCTAGÉSIMO PRIMERO
(Lo que no ves y te imaginas) 

¡¡Oh Dios!!. No hay mayor ceguera que el que no quiere ver, ni sordo que no quiere oír.

Dios mío, tú me has cuidado y me has regalado la vida, tantas veces, que pudo ser el fin, y ahora por el dolor no quiero vivir así.

Señor, ten piedad de mi. Que no puedo entender si es tu voluntad o la mía. Ya lo sabes, Señor.

El sufrimiento de lo que no alcanzamos a comprender ni soportar, es inmenso y nos confunde, nos limita, nos avergüenza, hasta de nosotros mismos.

El sabor amargo de las injurias, como de la falta de atención de los tuyos, como el desamor, te hacen estremecer y sentir que todo se ha vuelto al revés, sientes opresión en el pecho y crees que estás al final del camino, donde no ves la luz, donde la esperanza ya se pierde en esa oscuridad, absurda y desigual.


Tiempos difíciles de vivir y de asimilar tanta desigualdad que te hace dudar, hasta de lo mas simple.

¡¡Oh Dios, guíame!! No dejes que perezca en el camino, pues tanto amor di

Necesito de ti, más que del aire que respiro. La fragilidad que siento, no solo física sino espiritual, es tan grande como el vacío de estos escritos, que lamentan el día a día, como un laberinto sin salida.

¡¡Jesús hazme ver la luz!! Y caminar descalza, conforme a tu voluntad amorosa e infinitamente misericordiosa.

Hazme ver claro qué es lo que debo hacer, pues ya no tengo resistencia, y mis suspiros son profundos e intensos. Hazme ver Señor, para poder servirte como mereces, y no como puedo en mi pacato entender.

Alma de Dios, confía en la Divina Providencia, y cree que tu luz es intensa, pero el mal acecha para que no cumplas con tu cometido y desvíes tu atención, en lo que es tu condición de auxiliadora. Y dejes los escritos que el cielo te envía, para dar información a tantos que necesitan, de los dictados del cielo aquí en la tierra.

Yo haré que tu luz brille más, y quien no quiere ver tus ojos tristes, se arrodille ante ti, como un niño, y te suplique tu saber profundo, para comprenderte y respetarte como tú también te mereces, porque has demostrado que el amor a Dios está por encima de todo, y pese a tu sufrir las pruebas tan duras, en tu soledad amarga, Dios es lo primero.

Yo haré que tus oraciones cubran los pueblos elegidos, para que vivan eternamente en Jesús y en María, y tus piernas aguantarán el peso de todos los más necesitados.

Yo haré que pronto tu sonrisa se mantenga, como tu corazón noble, y tus escritos del cielo continuarán con más fe y tesón, sin miedo y sin rubores. Fiel servidora del Señor Jesús el Nazareno.



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