351. MENSAJE TRICENTÉSIMO QUINGENTÉSIMO PRIMERO
(Las catástrofes naturales)
Las catástrofes naturales o advertencias
para que el hombre se enmiende
El terremoto de magnitud nueve grados en escala de Richter, junto con el posterior tsunami, que azotó a la costa noreste del Japón, el 11 de marzo de 2011, ha sido el seísmo más potente que ha experimentado el archipiélago nipón en su Historia, y el cuarto más enérgico del mundo que se ha medido hasta la fecha.
La espectacular sacudida de dos minutos de duración, y el maremoto con olas de hasta diez metros de altura, han provocado el desplazamiento de la isla nipona cerca de dos metros y medio hacia el oeste y ha alterado el eje terrestre en aproximadamente diez centímetros, según ha podido comprobar la NASA con la ayuda de imágenes capturadas por satélite.
Si esta catástrofe natural, con más de veinte mil muertos y desaparecidos, no es una llamada de atención para que el hombre se enmiente, que baje Dios y lo vea.
Como dice la Sagrada Escritura, a través del profeta Amós, "no hace nada el Señor Dios sin revelar sus secretos a sus siervos los profetas" (Am 3.7). Es una constante característica de Dios: por un lado no quiere que vivamos angustiados con el futuro, y por otro muestra, es decir, comunica a sus siervos, el panorama que se avecina como no cambiemos: "Y dijo el Señor:¿Cómo es posible que yo oculte a Abraham lo que voy a ejecutar (..)?" (Gn 18, 17).
La oración de intercesión calma la justa cólera de Dios
Desgraciadamente es muy corriente, que ante este tipo de desgracias muchos hombres blasfemen contra Dios y pregunten con odio: "¿Dónde estaba Dios cuando pasó aquello?, ¿Qué culpa tienen los niños?
Y el Señor responde a estos interrogantes: "Cuando os digan dónde estaba Dios, contestad: Vuestro Señor estaba con todos sus hijos, sobre todo con los que subren (...) Cuando os digan: ¿Qué culpa tienen los niños para merecer un castigo tan grande?, decidles que los niños van directos al Señor y por sus sufrimientos recibirán más gloria estando a mi lado eternamente".
Y agrega: "Hijos míos, ha llegado la hora de la verdad, es el momento de separar el trigo de la cizaña, hay que separar lo malo de lo bueno, vuestro Dios está cansado de tanta ofensa y sobre todo, sufre por la vejación de sus hijos, no hay dignidad en el ser humano y la regunta que os hago es ¿Cómo un Dios puede salvar a sus hijos si no es separando lo bueno de lo malo?".
Alguno se preguntará, ¿quién es bueno?, ¿no somos todos pecadores, merecedores de castigo?
Ciertamente todos somos malos, pero el Señor entiende en el mensaje por la palaba malo "aquello que se ha corrompido, habiéndoseles dado gracia suficente para que rectifiquen su vida y se instale el bien en su alma.
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