4 de septiembre de 2018

Jueves 30/08/2018














MENSAJE DUCENTÉSIMO QUINCUAGÉSIMO SEGUNDO
(Al atardecer de un nuevo día, el Sol brillará con todo su esplendor)


La mirada perdida, en el infinito.

Los ojos puestos en el cielo se pierden, cuando buscas respuestas a tu pobre entendimiento.

Y el corazón palpitante se enciende y grita al Unísono. ¡Hasta cuándo, Señor! ¡Hasta cuándo!

La puerta del entendimiento está medio abierta. Aunque el sonido del silencio la deja totalmente abierta a las dudas, a la sinrazón y al dolor.

La esperanza no es algo que viene y va. Se lleva dentro. Pero en los días oscuros y en las noches interminables, de miedo, la esperanza se encoje, como se encoje el propio entendimiento.

¡Dios mío, qué sería de mí, sin tu aliento de Espíritu Santo! De seguro yacería en el lecho, como una hoja seca, sin vida. Pues no entiendo tal entendimiento.

Pruebas y mas pruebas, te hacen daño. Y el cuerpo se queda seco, esperando el soplo de vida que le infunda la Gran Voluntad del Entendimiento. Cansada estoy de tanto ralentizamiento.

El ansia de vivir y de sentir, después de rozar la muerte, tantas y tantas veces, me hacen perecer, como un sediento sin agua que beber.

Y sólo tú Señor, eres mi consuelo y me mantienes quieta en el silencio. Para que no rompa el silencio y obligue al tiempo.

La esperanza nace y el tiempo pace. Mientras el misterio del pensamiento se libera del propio silencio.

El Sol brillará con todo su esplendor en un atardecer de un nuevo día, que tanto espero yo. Y las golondrinas revolotearán frente a m ventanal para darme la alegría que tanto deseo yo, para seguir siendo Fiel servidora de mi Gran Señor.

Y pongo el grito en el cielo, para que el tiempo sea leve, y pueda respirar mejor, con la ilusión de sentir en mí, un jardín en flor.

¡Alabado sea el Señor! 
Y espero tu beneplácito, para rendirte mejor.