329. MENSAJE TRICENTÉSIMO VIGÉSIMO NOVENO
(El Sentimiento profundo)
Toda adversidad hace que el sentimiento más profundo salga a la Luz. A veces, con rabia y odio. Otras veces, con resignación y una profunda angustia. Pero el tiempo todo lo va dosificando, porque en la vida existen las sombras y las luces.
Las sombras dañan la luz de nuestro entendimiento
y nos hacen rechazar la realidad,
porque esa realidad es inesperada y no concienciada.
El Ser humano sabe que, tanto la alegría como las penas, están en el día a día de nuestra andadura por la vida. Y simultáneamente no queremos reconocer que todo tiene un sentido, hasta que el tiempo madura nuestra concepción de los hechos, como el sentimiento a ellos.
No se puede ir contra corriente, porque es imposible la evolución, tanto física como espiritual.
Es un deber cristiano dejarnos llevar por el Amor de Cristo, y cobijarnos en el corazón puro e Inmaculado de María, ya que es nuestra Madre Celestial, con el firme propósito de aliviar nuestras penas, y hacer que poco a poco las sombras desaparezcan, y la Luz se vea, en ocasiones, al final del camino.
Sentimientos de rencor y lamento nos enferman el Alma y perturban al Espíritu, ya atormentado por la aflicción que nos angustia.
Reconocer que somos frágiles, y que en ocasiones perdemos el control, cuando las tinieblas nublan la mente y oscurecen el sentimiento racional, nos da rienda suelta para ir asimilando que todo no es negro, y que el color blanco es neutro. Y, mezclando estos dos extremos, se limpia la oscuridad más profunda, nace el verdadero sentimiento, que es el sentimiento profundo.
El Amor de Cristo
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