20 de enero de 2021

 Jueves 14/01/2021







376. MENSAJE TRICENTÉSIMO SEPTUAGÉSIMO SEXTO
(Testimonio de una exsatanista)


"Decidí demostrar a todo el mundo que Dios no existía, y sí existía, decidí destruirlo: Le declaré la Guerra"

La historia de salvación de Michela comenzó cuando, siendo bebé, fue abandonada por su madre. Tras pasar su infancia y adolescenca en diferentes orfanatos, y albergues sociales, al cumplir los 18 años se marchí a hacer su vida. 
 
"Comencé a trabajar en Italia y el resto de Europa, y el dinero empezó a ser el dios de mi vida. Cuanto más tenía, más quería tener, pero a fin de mes, no me quedaba nada".
 
En lo referente a todo lo que pertenece al mundo de la afectividad "era un desastre", reconoce Michela. 

"Tenía novios según la estación del año. Uno para invierno, otro para verano... y me decía: "Yo el corazón no lo meto en esto". Eran novios de usar y tirar, pero cada historia que pasaba era una herida más, que dejaba mi corazón muy lastimado".
 
Así, Michela entró en la veintena sin haber conocido el auténtico amor. Pero el mundo gris en el que creció se tornó rosa, en cuanto conoció a Luca: 
 
"El tipo de chico que toda madre desearía para su hija: inteligiente, bueno, perfecto,..." Sin embargo, la boda con la primera persona de la que Michela dice haber recibido amor en su vida, nunca se celebró: " Luca falleció cuatro días antes de la fecha elegida. En ese momento decidí demostrar a todo el mundo que Dios no existía, y sí existía. Decidí destruirlo, le declaré la guerra".
 
 
 " Dentro de la secta, llegué a alcanzar la muerte del alma".
 
 
El mundo de Michela se vino a bajo con la muerte de Luca. Y de la mano de una psicóloga, que la trató de una profunda depresión fue captada por una secta satánica. En la que se sentía alguien. Pero donde, años después, reconoce haber perdido todo. 
 
"Allí dentro me dejé hasta mi dignidad de mujer, mi dignidad de ser humano. Allí he visto muerte y violencia. Llegué a alcanzar la muerte del alma. Me convertí en una autentica marioneta manejada por manos satánicas".

Todo cambió cuando le propusieron ser sacerdotisa, una persona con poder sobre los demás. La prueba para ser aceptada, era asesinar a una mujer de Roma, que había fundado una comunidad religiosa.

"Se llamaba Chiara Amirante y se dedicaba a rescatar a los jóvenes de los subsidios de la capital a base de evangelizar. Yo acepté el reto."

Así, Michela se plantó ante la puerta de casa de Chiara, la noche de Reyes de 1996, con un sólo pensamiento: Matarla.

"Lo que ocurrió entonces lo tengo que contar,
 desde el testimonio de Chiara".
 

Ella cuenta siempre que, en ese momento, en su corazón escuchó la voz de María la Virgen, que le decía: 
"Abre tu puerta, es una hija mía que tiene gran necesidad".

 
Chiara se levantó, caminó hasta la puerta a cuyo lado la esperaba yo, y cuando abrió la puerta, hizo una sola cosa. Me abrazó y me dijo:  
"Bienvenida, hija Mía; por fín has llegado a mi casa".


Michaela describió ese abrazo, como "un abrazo que fue más allá del cuerpo, al alma", de modo tal que la desarmó, y después de confesar su horrible intención a Chiara, decidió quedarse en esa casa. Fue sometida a varias sesiones de exhorcismo. Recibió los sacramentos y pidió ser admitida en la comunidad de Chiara, pero en su corazón aún había algo que no le dejaba ser plenamente feliz. 


"La herida del abandono de mi madre, su rechazo,
 seguía maltratándome el corazón."
 
 
 Conseguí saber quién era mi madre, porque las leyes italianas admitian conocer la información de propio mismo origen, después de las investigaciones pertinentes. Comenzamos a telefonearnos, y un día me sugirió conocernos personalmente. Cuando me encontré con ella, tenía deseos de llamarla mamá, por fin veía a mi madre y me dijo:
 
"Tú, para mi no has existido nunca, no has existido hasta ahora. No existes hoy. Sal de mi vida"
"Yo no sé qué siente una madre cuando un hijo dice No a su amor, pero les puedo decir lo que siente un hijo, cuando una madre le dice NO  a su amor".

Michela reconoce que el rechazo tras conocerla fue un gran dolor  
"Regresé a Roma, cogí a Chiara por los brazos y, sugetándola contra un muro: Pero, ¿Yo qué le he hecho de malo a Jesús? Trabajo para Él , ¡Por qué no me puede ayudar?"

A mi pregunta Chiara me contestó: 
"¿Sabes Michela? Santa Teresa de Ávila le preguntó lo mismo a Jesús, y Jesús le dijo que así trataba a sus amigos. Ya sabeis lo que Santa Teresa le respondió: Ahora entiendo por qué tienes tan pocos".


Michela viaja a Medujorge, por obediencia. 
 
 
A Chiara se le ocurrió entonces enviar a Michela a pasar unos días de Medujorge, un pueblo de bosnia, en el que dicen que se aparece la Virgen María.
 
"Yo no quería ir, pero por obediencia lo tuve que hacer. Al principio me aburría mucho, hasta que un día pude acompañar a Marija, una de las videntes. Recuerdo el momento en que comenzó la aparición. Todo el mundo se quedó en silencio y Marija se quedó mirando extasiada hacia arriba."
 
"En cierto momento empecé a sentir un calor en el cuerpo, que llegaba hasta mis pies. Era maravilloso. Sentí como si algo me abrazara, me rodeara y me cubriese entera, y entonces ocurrió lo más increíble, y es que sentí como si me hiciesen un tranplante de corazón. Digo trasplante porque sentí como si algo se metía en mi pecho y me arrancara una piedra de dentro."
 
 "Era un corazón herido, enfermo y sentí como si me colocasen un corazón nuevo ahí dentro, en su lugar. Subrayo la palabra trasplante, porque no fue un corazón curado, sino un corazón nuevo, que me llenaba de paz el alma, la mente y el cuerpo".
 
"Al acabar la aparición, no entendía nada de lo que estaba sintiendo, pero era bellísimo. Entonces Marija se levantó y delante de todos me miró y dijo: "La Virgen María ha hecho suyo el dolor de tu corazón. A partir de hoy, sólo ella será tu madre".
 
"Desde aquel día, hasta hoy, he sentido a María en mi vida. La he sentido de una manera muy concreta. He descubierto que cada vez que tengo el rosario en las manos, es María quien me coge la mano".
 
  El final del testimonio de Michela es realmente enternecedor. Dios tuvo misericordia de ella y la salvó, a través de la intervención gozosa de la Santisima Virgen, dándole un corazón nuevo, cumpliéndose en ella las promesas del profeta Ezequiel: 
 
"Derramaré sobre vosotros un agua pura (el Espíritu Santo) que os purificará; de todas vuestras inmundicias os he de purificar. Y os daré un corazón nuevo, y pondré en medio de vosotros un nuevo Espíritu, y arrancaré de vuestro cuerpo el corazón de piedra. Y os daré un corazón de carne. Y pondré el Espíritu mio en medio de vosotros, y haré que guardeis mis preceptos y observeis mis leyes, y las practiqueis" (Ez 36, 25-36)
 
 

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