10 de enero de 2018

Jueves 4/01/2018










MENSAJE DUCENTÉSIMO DÉCIMO OCTAVO
(El Resplandor de Dios)


La fuerza, de la fe y la constancia en ella, hace que el Resplandor de Dios se manifieste, como se manifestó en Medjugorje y en otros lugares, como en el Pilar y la Pardina (fuera en Sabiñánigo).

Alma de Dios, tu luchas son fruto de tu firmeza en la fe, y tu misión es demostrar tus logros, con los fenómenos del Sol, que tú y otros habéis sido agraciados, por el Amor de María y de Jesús.

El corazón doloroso, de quienes están sedientos de fe y de firmeza en la misma, son los que están en el purgatorio, y te llaman para que reces con ellos, y les des el cobijo necesario, ya que les ha salvado y les da ánimo, en la espera, hacia la Luz del Redentor.

Jesús te quiere decir que tu pajarito, que tanto amor sientes por él, está mejor. Y pronto volverá a revolotear al compás de la música que tú les das, para cantar más alto, y acompasar tus oraciones, en silencio. Y meditar sobre la vida y sobre la muerte.

Amar a Dios es dar al necesitado asilo, y entregarse en cuerpo y alma en la misión que él espera de ti, como amiga que nunca falla.

Y el verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros. 

Por ello, debes ensalzar tu Espiritu Santo, para ayudar al que quiere oír y ver, como al que necesite de tus consejos y asesoramientos. Volverás al lugar que tanto te motivó para ser mensajera, entre el cielo y la tierra, y tu puerta estará siempre abierta, para el que busque asilo y fe viva.

El pan de Dios es el cuerpo del Cristo Crucificado.
 Y la Iglesia es la Unión en Él, en Cristo, por la salvación del mundo.

Amar a Dios, y al prójimo, como así mismo, es la devoción mayor en oración, por toda la Humanidad. Invocando al Padre, el Todopoderoso, a su infinita Misericordia, por frenar las guerras y el mal, ya tan extendido.



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